lunes, 4 de febrero de 2008

Sin derechos de autor

Por Fernando Vázquez Rosas

Los poetas no tienen derechos de autor. No porque lo diga yo ni porque pretenda quitarles regalías, sino porque simple y sencillamente es cierto.

En una entrevista --a propósito del premio Juan Rulfo que ganó-- Juan Gelman contó que hace tiempo asistió a una reunión pública de poetas en la que cada uno dio lectura a alguno de sus versos.

Al finalizar la ronda, una joven le preguntó: "¿Ese poema que leyó es suyo?" Sí, respondió Gelman. Desdibujada, la joven exclamó: "¡Hijo de la chingada!" Le dijo el poeta, sorprendido: "Oiga, el poema no es muy bueno, pero no es para tanto". Explicó la joven: "Me refiero a un ex novio, quien me dio ese poema diciéndome que lo había escrito para mí, inspirado en mí".

Por eso digo que los poetas no tienen derechos de autor. Quizá sean los que padecen los mayores plagios y sin darse cuenta, sin enterarse nunca. De hecho, que alguien plagie un poema para un acto de amor es quizá el mayor homenaje que pueda recibir un poeta.

Recuerdo ahora el rostro de un Pablo Neruda feliz de que su mensajero le regale poemas suyos a la mujer amada quien, por cierto, termina por sucumbir ante la contundencia de los versos. Me refiero a la película "El cartero", en la que un pueblerino repartidor de correspondencia conoce la poesía a través de Neruda, lo cual le cambia la vida para siempre.

O aquél otro filme en el que un tipo se gana la vida recitando versos a las personas que se detienen en sus coches, obligados por el rojo del semáforo. Esto ocurre en "El lado oscuro del corazón", cinta en la que el mismo tipo enamora a mujeres diciéndoles poemas que, evidentemente, no son suyos.

Lo que importa, entonces, no es si uno es el autor o no del poema que se ofrece, sino si logra transmitir lo que se quiere decir, el sentimiento que se quiere expresar, la intención que se busca.

Yo he visto hombres y mujeres soltar de pronto una lágrima o una exhalación ante la fuerza de un poema, y los he visto también escribirlos en una hoja blanca común y corriente para hacerlos pasar como suyos y dárselos a quien aman.

Jaime Sabines dijo en una ocasión que no hay diferencia entre el poeta y el hombre común. "Lo que sucede es que el poeta está más desnudo, tiene un poco menos piel que el resto de los hombres". En este sentido, los comunes se desnudan con la desnudez de los poetas para lograr darse sin la obnubilación del ropaje.

Es válido, por supuesto. No quiero imaginar lo que harían los faltos de creatividad o los tímidos si los poemas no se pudieran plagiar. Tal vez nunca lograrían transmitir sus sentimientos de la forma tan exquisita como se puede hacer mediante unos versos. El habla sería callado, el corazón no drenaría igual la sangre, la piel no se erizaría sobremanera, hasta el dolor no sería tan punzante. Porque vaya contradicción la que ocurre cuando se encuentra alivio en un poema acerca del desamor.

Y a todo esto hay que añadir otra cosa. Una canción se puede aprender y tararear, pero si no se tiene buena voz o un aparato para escucharla, el ejercicio es infructuoso. Una pintura no suele llevarse a una cita, mucho menos una escultura. Un libro no se memoriza totalmente. Una película requiere de situaciones especiales (una sala cinematográfica o cuando menos una videocasetera o un DVD) para apreciarse.

Pero un poema puede interiorizarse de tal forma que hasta en un susurro se puede soltar y generar un impacto demoledor, puede escribirse con letra chiquita en pedazo de papel y ser leído sin mayor dificultad, puede ser tan corto y tan grande a la vez.

Nada desdice un poema, porque se originan en el corazón. Son, los poemas, intermitentes incansables en la noche de la vida, el ademán propicio para abrazar sentimientos. Constituyen el lenguaje de los que aman.

Por eso los poetas no tiene derechos de autor. Porque quienes escriben poemas son los predicadores y quienes los utilizan son los discípulos. Apropiarse un poema no es plagio, es una acción en defensa propia del que lo necesita. El amor pasa como el viento, por eso no hay que titubear sobre faltarle el respeto a los poetas. Ellos ya habrán hecho lo suyo, escribir el poema, a los demás nos toca copiarlos, aprenderlos, decirlos. Esto es, digamos, un acto de difusión, no de hurto.

Finalmente lo que los poetas hacen al escribir poemas es el servicio social del amor. Por eso viven a flor de piel, en estado hipersensible, algo incomprensible para los demás. Una hoja, un objeto, un roce, un silbido, una ocasión, un trago, una brizna, un sabor, un olor, un abandonado, una insignificancia, pues, puede derivar en torrentes de versos.

Y para eso, para atraparlos, es que existen los poetas. Los demás sólo podemos aspirar a traducirlos a nuestra cotidianidad. Discúlpenme poetas pero, insisto, ustedes no tienen derechos de autor. Sus versos no son suyos. Son nuestros.

Martes 19 de septiembre de 2000.

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domingo, 3 de febrero de 2008

Una de las grandes conquistas de este siglo ha sido el cuerpo femenino: Andrés de Luna

Amable, Andrés de Luna (Tampico, 1955) me recibe en su pequeña oficina de la Universidad Autónoma Metropolitana (Xochimilco), en donde sólo hay un escritorio sin nada encima, un perchero y un mueble para guardar cosas. Se nota, a leguas, que es un tipo práctico, concreto, que no bucea en burocratismos. Hasta donde vi, no tiene secretaria, él mismo contesta el teléfono y su sentar es cotidiano, sin pose. Es un culto que no presume de serlo. Y con esa soltura conversa sobre el erotismo, tema que domina y sobre el que escribe para la sección cultural de El Financiero. Con su libro El bosque de la serpiente se convirtió en el único mexicano que publica en la serie “La sonrisa vertical”, dedicada a temas eróticos. Es autor de tres libros más y coautor de otros doce y dirige también la Galería del Sur de la UAM-X.

Por Fernando Vázquez Rosas

-En principio, ¿qué es el erotismo o cómo debemos entenderlo a fin de siglo?
-El erotismo siempre ha sido una construcción subjetiva que tiene mucho que ver con lo que se practica, con lo que se dice y se hace en una determinada época. El erotismo admite una cierta historicidad. Pero también hay que pensar que es un proceso absolutamente subjetivo, cada quien elige qué es lo que le interesa y cómo construye ese proceso, desde las prácticas más comunes, rutinarias, tradicionales, hasta aquellas que resultan transgresoras.

-No sé de grupos que intenten imponer el erotismo, pero sí de grupos que están en contra del erotismo, ¿por qué ocurre esto?
-Siempre el erotismo resulta subversivo en muchos sentidos, y por lo mismo, siempre habrá grupos que quieran incluso legislarlo. En Estados Unidos algún tipo de práctica sexual, como el sexo oral, resulta prohibido y puede una esposa enviar a la cárcel a un marido que la haya pedido que le practicara una relación oral, o a la inversa.
Siempre hay un imaginario que se llama el imaginario instituido, que es el que procura regular que las personas no se salgan de estas normas, que procura una relación sexual más convencional. Pero esta práctica convencional también está ubicada en este terreno para que no exista la fantasía. Yo creo que mucho de lo que se practica en la actualidad son cosas que pertenecen a esta idea de la sexualidad instituida, la que no tiene mayores matices, la que se reitera solamente.

-¿Y se puede legislar el erotismo?
-No, no es legislable. El problema es que la sociedad represora procura encontrar las maneras de incidir hasta en las relaciones más íntimas. Llevar al erotismo al terreno de la legislación, de la buenas conciencias, resulta abrumador y abusivo, no sólo en este tiempo sino en cualquier otro.

-¿El caso Clinton-Lewinsky es una cuestión abusiva del fiscal Starr?
-Va más allá del fiscal Starr. Es un caso típicamente norteamericano de fin de siglo el hecho de que un desliz de alguien, como un presidente de la República, pueda de pronto salir a la luz pública y ubicar hasta cómo tiene el sexo, qué practicaron y cómo fue la mancha de semen y demás. Me parece que corresponde a toda la moral hipócrita de los estadunidenses que de pronto puedan condenar un acto como ese, pero se queden impávidos cuando se bombardea Damasco o cualquier otra ciudad.

-¿Por qué si somos una sociedad que ha progresado en muchos sentidos nos sigue causando tanto asombro el erotismo?
-Porque la cultura occidental se nutre mucho de una prevención en contra de las relaciones eróticas. De un fundamento mucho más libre, que era toda la etapa grecorromana donde la homosexualidad ni siquiera se catalogaba como algo diferente sino se ubicaba dentro de todas las prácticas íntimas de esa época, pasamos a esta cultura judeo-cristiana donde el elemento principal es la culpa, el pecado, que es como el gran disfraz de una intolerancia en todos los órdenes. Ahora, lo que ocurre en la cama con prohibiciones no es privativo nada más de ese terreno, pues ocurre también a muy diferentes niveles, en casi todos los órdenes de lo social, y por lo mismo causa tanto conflicto.

-¿Y qué tipo de sociedad monstruosa somos que preferimos la violencia más que el erotismo?
-El mundo siempre ha sido atroz y creo que el gran reto de cualquiera es precisamente que, en medio de esa atrocidad, consiga, pueda ver o practicar algún tipo de erotismo que le permita, si no librarse de la atrocidad del mundo, por lo menos sobrellevarla de una mejor manera.
Lo erótico va a contracorriente de esa sociedad atroz. De alguna u otra manera siempre las sociedades han condenado al individuo en todos los sentidos. Y no es que sea la panacea, pero creo que uno de los resguardos que tenemos es la conciencia erótica, porque sin ella el mundo resultaría tan brutal que sería casi insoportable.

-¿Cómo explica el fenómeno virtual?
-Es una opción. Pero si nos quedamos sólo con eso, de ser una opción pasa a ser una rutina desgastante. No hay nada como el contacto de los cuerpos, la cercanía, los sentidos exaltados que se dan en una relación íntima, sexual, erótica. Eso es insustituible.

-Ante mujeres siempre intimidadas por la excesiva masculinidad se me ocurre preguntarle: ¿ha sido machista el erotismo?
-Más allá del ascenso al Everest o la llegada del hombre a la luna, una de las grandes conquistas de este siglo ha sido el cuerpo femenino, el conocimiento de la anatomía femenina, no nada más en términos de lo biológico, porque de eso ya se conocía algo. Y esto que pareciera muy simple me parece que es de una gran complejidad, porque toda la incomprensión del cuerpo femenino ha sido tremenda.
Creo que por eso, en los últimos años, lo que ha logrado ese feminismo a veces radical, a veces mal entendido, a veces abusivo también, es que la mujer ha logrado tener un mejor lugar dentro de la sexualidad, ha reconocido su propia corporeidad, lo que es lo femenino, y eso es una conquista que le ha llevado mucho tiempo.

-¿Hay erotismo también, por ejemplo, en los cinturones de miseria?
-Creo que el erotismo no depende de una posición de clase y que surge en todos lados. Ahora, lo que no surge en todos lados es una conciencia erótica, que es diferente. El erotismo puede darse en una tarde placentera, pero realmente la conciencia erótica, que es lo más perdurable, eso solamente se da cuando realmente se ha pensado, reflexionado, experimentado, dialogado en torno a este tema. Eso probablemente no sea tan cercano a los cinturones de miseria. Pero de que en términos sociales se da el erotismo a muy diferentes niveles, eso es un hecho.

-¿Y cómo ve al erotismo en el futuro, partiendo de que el mundo es cada vez más contradictorio y violento?
-Es importante que realmente se le otorgue un verdadero estatus al erotismo. Creo que ahora ha sido importante que se regule el acoso sexual, porque finalmente lo que sugiere esto es que ya hay un reconocimiento para el respeto al otro, que el cuerpo es tan importante, tan valedero y tan legítimo, que no se lo puede golpear o violentar de ninguna forma.
Por otra parte, el erotismo es algo que va a sobrevivir por más que se le censure, porque lo prohibido sugiere y genera muchas expectativas. Me parece que el erotismo, como todo fenómeno, tendrá su propio cambio, sus nuevas formas de adaptarse a los nuevos tiempos, pero no va a morir, porque si muere el erotismo muere parte de la cultura occidental, oriental y de todo tipo, porque el erotismo forma parte fundamental de la cultura del mundo.

(Esta entrevista se publicó allá por 1999 en el diario El Regional del Sur, de Cuernavaca, Morelos).

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