domingo, 10 de febrero de 2008

De Gutemberg Rivero para Fontanelly

Poco después de morir el dibujante centleco, Gut le hizo un homenaje póstumo: una escultura en papel engomado.

Por Fernando Vázquez Rosas

Unos días o semanas o meses después de la muerte de Fontanelly, no está clara la fecha, Gutemberg se presentó ante doña Cleotilde Alejandro Javier -madre de Fonta- para devolverle a su hijo en una singular escultura de papel maché. Era su homenaje, le dijo, al hombre, al amigo, al dibujante, al artista.

La escultura permaneció todos estos años en la casa de la colonia Atasta, donde Fontanelly Vázquez Alejandro vivió la mayor parte de su vida. Y ahí sigue la pequeña joya de arte, guardada con celo por los familiares del dibujante, ajena a los ojos públicos hasta ahora que han decidido compartirla con los tabasqueños a través de la sección cultural "Expresión!", de Tabasco Hoy.

Todo color, la escultura interpreta fielmente lo que Fontanelly fue en vida, su indumentaria, sus personajes preferidos, su pañuelo, el color amarillo de su camiseta con el logotipo del PRD, a la izquierda del pecho, por supuesto, donde late el corazón.

En una mano porta también su infaltable lápiz con la punta afilada, listo para dibujar. Al frente se recrea su atracción por los iconos, Pellicer adelante, y en la espalda Marilyn Monroe. Fonta sonríe, y la pose es gallarda, con la mirada fija en el horizonte, o en alguna pitaya, o en quién sabe qué sueño.

De cuerpo entero

Del cuello cuelga una cámara fotográfica, idéntica a la Pentax que Fonta usó para retratar lo que interesaba a la sensibilidad de su mirada, como las palomas que tantas y tantas veces dibujó. De esto hay una historia.

Hace muchos años, en un viaje a Mérida, los sobrinos de Fontanelly se empecinaron en que les compraran unas palomas que vendían en la plaza. La insistencia fue tal que la familia del dibujante volvió a Villahermosa con algunas de las aves.

Situadas en el patio de la casa de Atasta, al poco tiempo ya no eran unas cuantas sino muchas palomas que revoloteaban por doquier.

Entonces Fonta las vio, libres, y decidió primero atraparlas a través de la lente de su Pentax y después inmortalizarlas en sus cuadros, con la destreza de su arte.

Fonta diario desayunaba en su casa de Atasta hojeando los periódicos y en la etapa final de su vida optó por vivir en un pequeño departamento por los rumbos de la colonia El Águila.

De ahí salió en ambulancia al Hospital Rovirosa donde perdió la vida el 6 de febrero de 1999, hace nueve años.

Doña Cleotilde debió emocionarse cuando Gutemberg puso ante sus ojos la escultura en papel maché de su hijo porque es, literalmente, un retrato de cuerpo entero de Fontanelly.

En aquella casa de Atasta se conservan también otros cuadros de suma importancia, como uno que Xóchitl Balcázar también le obsequió a la madre de Fonta y otro que lleva las firmas de varios amigos artistas del dibujante.

Y podría haber más obras de arte colgadas en las paredes de la casa donde Fontanelly vivió gran tiempo, de no ser porque muchos de los cuadros que él mismo había prestado para exposiciones en recintos culturales del estado, ya nunca volvieron a manos de su dueño ni tampoco fueron regresados a los familiares tras el deceso del artista plástico.

Un incidente en el festejo

Ahora que se organizó el noveno aniversario luctuoso de Fontanelly, una secretaria de alguna oficina de la Universidad Juárez Autónoma de Tabasco (UJAT) llamó a los familiares para invitarlos a la ceremonia que año con año se lleva a cabo en recuerdo del artista.

La secretaria preguntó por doña Cleotilde Alejandro Javier, la madre del dibujante. “Doña Cleotilde murió en octubre pasado”, le contestaron. Y todavía la secretaria insistió: “Oiga, no me diga, con esas cosas no se juega”. “No es juego -le replicaron- doña Cleotilde murió el año pasado”. Dicho la cual, la secretaria informó a los familiares del homenaje.

(Publicado en Tabasco Hoy, miércoles 6 febrero de 2008),

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