lunes, 4 de julio de 2011

“Nacho” Cobo

Por Fernando Vázquez Rosas

(Publicado en La Verdad del Sureste, el lunes 4 de julio de 2011)

El 9 de octubre de 2010 sucedió el matrimonio de Carlos Slim Domit y María Elena Torruco Garza. Hijo él de Carlos Slim Helu, a quien la revista Forbes ha llegado a ubicar como el hombre más rico del mundo; nieta ella de la actriz María Elena Márquez, luminaria de la época de oro del cine mexicano.

Las revistas del corazón y secciones de sociales de todos los periódicos informaron hasta el más mínimo detalle del enlace, en el que estuvieron, entre muchos otros, el presidente Felipe Calderón, el ex presidente Vicente Fox y Marta Sahagún, Emilio Azcárraga Jean (propietario de Televisa), Emiliano Salinas (hijo del ex presidente Carlos Salinas), Lorenzo Servitje, empresarios, artistas, miembros del clero.

La boda religiosa se llevó a cabo en la Iglesia de San Agustín, ubicada en la exclusiva zona de Polanco, en la Ciudad de México. Y la celebración tuvo lugar en el nuevo Museo Soumaya, propiedad de Slim, también en Polanco, a la que acudieron mil 630 invitados.

“Bajo un impresionante dispositivo de seguridad que incluía militares, agentes con detectores de metal y perros entrenados —pocas veces visto para una boda— se llevó a cabo el enlace matrimonial”, reseñó la revista Quién, que reportó incluso la presencia de francotiradores en las inmediaciones del festejo.

En las últimas páginas de su libro Historias de muerte y corrupción (Grijalbo, 2011), el periodista Julio Scherer García reflexiona sobre ese acontecimiento social, que ubica sin precedente desde la época de Miguel Alemán, cuando se gestaron y consolidaron fortunas al amparo del poder presidencial.

Escribe el fundador de Proceso: “Como si se tratara de un relámpago detenido en una larga luz, ese 9 de octubre de 2010 vi a una nueva clase que se expresaba poderosa. Se trataba de una sociedad consolidada, una aristocracia formada por los hombres y las mujeres sobresalientes en la política y la empresa, cada uno en su sitio. Discreparían por asuntos menores, pero se entenderían en lo sustancial, se apoyarían unos a otros, caminarían juntos, definitivamente rotos los vasos de comunicación con los de abajo”.

Y es que en su texto sobre la boda de Carlos Slim y María Elena Torruco, Scherer llama la atención sobre la presencia de esta clase con poder económico, mezclada con el poder político, en un país con millones de pobres. “La riqueza sin control y la miseria sin alivio son signos de un país con la brújula extraviada”, puntualiza don Julio, definitivo en el periodismo mexicano.

Entre las fotos de aquella boda que reunió a la nueva aristocracia mexicana no fue difícil encontrar la de Ignacio Cobo González, invitado ineludible puesto que se trata de un socio y amigo personal del magnate Carlos Slim Helu.

Ahora en las alturas del poderío económico, Cobo llegó en los años setenta a Tabasco como integrante de un equipo de basquetbol. Originario de Chihuahua, se quedó en estas tierras alentado por su relación amorosa con Graciela Trujillo, hija del entonces gobernador Mario Trujillo.

Siempre bajo el manto protector del poder público tabasqueño, Ignacio Cobo pasó de ser un jugador de basquetbol a un empresario exitoso que ahora está en la cima.

Cobo es actualmente miembro del Consejo de Administración del poderoso Grupo Carso, propiedad de Slim. Su riqueza ya se extendió fuera de Tabasco aunque siempre está presente en el estado para financiar al PRI en tiempos electorales o para aprovechar cualquier oportunidad de hacer negocios alentados por el poder público.

Por eso no es casual, por ejemplo, que el Gobierno de Tabasco esté ahora esmerado en impulsar el proyecto de la Plaza Altabrisa, propiedad de Ignacio Cobo.

El martes 17 de octubre de 2006, según una crónica del reportero Arturo Cano para el periódico La Jornada, Andrés Granier festejaba en el Parque Juárez su triunfo electoral. De frente a los seis años que vendrían con un gobierno priista más, Cobo se acercó al Químico y le dijo: “Te felicito y me felicito”.

En aquel tiempo, el ex candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador señaló a “Nacho” Cobo de estar metido en los “enjuagues" de la guerra sucia contra el PRD.

Para el 2012, Cobo tiene muchas razones para inmiscuirse en el proceso electoral. Su cuñada Georgina Trujillo es aspirante a la gubernatura. Pero también lo es su amigo Humberto Mayans Canabal, quien al parecer lleva la preferencia en el ánimo del socio de Slim.

Es natural también que Ignacio Cobo esté interesado en mantener al régimen priista en Tabasco, pues a él debe el nacimiento y consolidación de su fortuna, que tendrá mayores dividendos si Humberto Mayans o Georgina Trujillo se hacen de la gubernatura. Poder político y poder económico en unas cuantas manos.

En el examen democrático que habrá de ocurrir el próximo año, los electores deberán recordar, sin embargo, un dato que estremece: La formación de la riqueza de Ignacio Cobo coincide en el tiempo con el empobrecimiento de los tabasqueños.

Ahora, en pleno siglo XXI, cifras oficiales indican que más de la mitad de la población de Tabasco vive en la pobreza y prácticamente una tercera parte de la gente ya padece hambre. Ignacio Cobo no. Él pertenece a esa nueva clase poderosa que describió el periodista Julio Scherer, a propósito de la boda del hijo de Carlos Slim.

POR CIERTO… El promotor descubierto de Humberto Mayans, Máximo Moscoso Pintado, nunca respondió por un acto reprobable en que incurrió desde la Coordinación General de Asuntos Religiosos. Lo publiqué el 7 de octubre de 2010, en el periódico Tabasco HOY, donde era autor de la columna Esquina Neutral: “Desde enero de 2007, el Coordinador General de Asuntos Religiosos, Máximo Moscoso Pintado, ha mantenido bajo su nómina a su sobrino Jairo Manuel Pérez Moscoso, con cargo de Subdirector de Gestoría. Este asunto está bajo investigación para el deslinde de responsabilidades y el Órgano Superior de Fiscalización lo dejó registrado en la Cuenta Pública 2009 del Poder Ejecutivo, que fue aprobada hace unos días. Aunque no se habla de nepotismo, en el anexo de la Cuenta se indica claramente que el titular de esa dependencia estatal avaló el alta de su sobrino desde el 6 de enero de 2007. De este modo, gracias a su tío, Jairo Manuel Pérez Moscoso percibía un sueldo mensual de 15 mil 976 pesos, aunque en su momento también apareció en la lista de ‘bonos de fatiga’ con ingreso por este concepto de 20 mil 500 pesos. Esto significa que el sobrino de Máximo Moscoso llegó a ganar más de 36 mil pesos cada mes”. De este caso, al igual que el relacionado con el aspirante a la gubernatura del PRI, en el que está involucrado, Máximo Moscoso Pintado le apuesta al olvido.

fernandovazquezr@gmail.com

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