lunes, 24 de octubre de 2011

Régimen priísta agotado

Por Fernando Vázquez Rosas

(Publicado en La Verdad del Sureste, el lunes 24 de octubre de 2011)

Concebido y formado desde el poder, el PRI no se entiende a sí mismo en democracia y hay ejemplos de que la realidad termina por rebasarlo. A nivel nacional ya le pasó en 1989, cuando comenzó a perder las primeras gubernaturas. Le ocurrió en 1997, cuando ya no obtuvo por vez primera la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados federal. Y le sucedió también en el año 2000, cuando fue echado de la Presidencia de la República, no por una vocación democrática del entonces mandatario Ernesto Zedillo, como se quiso hacer creer, sino por un ímpetu ciudadano que optó por la alternancia.

En Tabasco algo similar está por ocurrir ante la alta posibilidad de que en el año 2012 el PRI pierda la gubernatura, si bien ya desde principios de los noventa comenzó a ser derrotado en las presidencias municipales e incluso en dos ocasiones no ha logrado obtener la mayoría en el Congreso del Estado, pese a que la semilla opositora no haya dado frutos.

Algunos de los actuales aspirantes del PRI a la gubernatura, como Evaristo Hernández, han declarado que el triunfo de su partido está en riesgo, e incluso el ex gobernador Manuel Andrade se ha manifestado en el sentido de que el próximo año su partido tendrá una tarea difícil de resolver.

Hace tiempo, en realidad, que el régimen priísta está agotado en Tabasco, aunque el dinosaurio aún dé coletazos. La escisión en el PRI de 1988 encabezada por Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo cambió para siempre el rumbo de ese partido y encarriló la democracia en el país. Lo mismo ocurrió en el estado con el movimiento perredista de Andrés Manuel López Obrador.

El éxito de los “éxodos por la democracia”, la caída del gobernador Salvador Neme Castillo, las pruebas del fraude electoral de Roberto Madrazo en 1994 y la anulación de la elección para gobernador del año 2000 —que convirtió a Tabasco en la primera entidad con un hecho jurídico de esa magnitud— exhiben que la permanencia del PRI en el gobierno estatal sólo ha sido posible por la trampa, la fuerza y prácticas antidemocráticas.

La oposición, hay que decirlo, no está exenta de responsabilidad en el predominio priista. La insistencia del PRD en Raúl Ojeda como su candidato, que cada vez bajó más su perfil y se alejó del entusiasmo colectivo, así como las constantes disputas internas que han llegado hasta la venta de conciencias fueron ingredientes del triunfo de Andrade en 2001 y de Andrés Granier en 2006. No obstante, en la práctica ambos demostraron que sólo gobiernan para los suyos y que hay problemas a los que ya no dan respuesta, como el caso de las inundaciones. Tan sólo en ese ejemplo ni uno ni otro pueden rendir buenas cuentas ante los ciudadanos.

La gestión del actual gobernador, sobre todo, exhibe el régimen priísta decrépito que pervive con respiración artificial en el estado. Granier llegó al poder con casi diez puntos de ventaja sobre Ojeda. Y aunque lo hizo con grandes expectativas pues la población depositó sus esperanzas en él, que se autoproclamaba más ciudadano que político, su trabajo lastimó la confianza de la gente y ahora es considerado por muchos como “el peor gobernador de Tabasco”. A estas alturas del sexenio las cuentas son claras: el PRI perdió mucho más con el triunfo en 2006 de Andrés Granier.

La administración del Químico terminó por evidenciar las prácticas más oscuras y añejas del octagenario partido: compra de diputados de oposición, uso policiaco en la jornada electoral de 2009, privilegios como el “bono de fatiga”, ofensiva permisividad al abuso del presupuesto por parte de su hijo, asesores “gratuitos” de dudoso proceder, la persistente lógica de que en los medios de comunicación no hay que pagar publicidad sino impunidad. La lista es extensa pero en el diagnóstico es imposible dejar de citar el crecimiento de la pobreza, cáncer de cualquier sociedad.

El hecho es que el PRI en la entidad sigue anclado en viejas prácticas y la realidad ya lo rebasó. Por ejemplo, Tabasco fue el último estado del país en contar con una Ley de Transparencia y el último donde esta normatividad entró en vigor. Los priistas locales no tuvieron más remedio, pues en la Constitución General de la República se había dispuesto una fecha máxima para el acceso a la información pública que, aunque lo intentaron, no pudieron eludir.

Pero hay mucho más: en el Congreso la mayoría de diputados priistas aprueba cuentas públicas con la celeridad de su conveniencia, sin importarles la crítica, sin discusión ni argumentos; y también avala leyes, como la Electoral, que incluso la Suprema Corte de Justicia de la Nación les tiene que corregir. Los priístas, además, han desmontado el nepotismo y el conflicto de intereses con la asunción de madre e hijo en el Instituto de Transparencia y el Instituto Electoral, y de padre e hijo en la Procuraduría estatal y la dirigencia del PRI.

Antes de entregarse al sistema que criticaba, Pedro Gutiérrez consiguió exhibir tres hechos de cómo en el PRI tabasqueño nada ha cambiado: la distribución irregular de prerrogativas, la opacidad en torno de su Consejo Político local y la sobrevivencia del “dedazo” en la dirigencia estatal. Este último caso es emblemático porque el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación resolvió que el procedimiento con el que Miguel Alberto Romero Pérez había llegado a la presidencia priísta había estado fuera de la normatividad y ordenó reponer el procedimiento.

No es que antes el PRI hubiese nadado en democracia interna, porque el “dedazo” ha sido su práctica común, sino que simple y sencillamente ahora hubo quien impugnara y el TRIFE le dio la razón. Otra vez la vuelta a la realidad: el país y las leyes han cambiado, pero en Tabasco el PRI sigue en lo mismo, aunque por fortuna ahora hay tribunales que lo obligan a entender.

Las declaraciones y reuniones recientes de priistas encumbrados como Roberto Madrazo, Georgina Trujillo, Florizel Medina, Evaristo Hernández o Manuel Andrade, quienes se han mostrado críticos del gobierno actual y de las formas de su partido, no es más que la señal clara de que no hay liderazgo en el PRI estatal y que la sucesión está a la deriva porque incluso la figura del primer priísta de la entidad, que suele recaer en el gobernador, está menguada. Y ellos saben que los vacíos de poder nunca tardan en ser ocupados.

Pero más allá de cómo resuelven sus disputas internas, veremos cuál será el ofrecimiento que hagan los aspirantes del PRI a cualquier puesto de elección popular, veremos qué le dicen a la ciudadanía, veremos cómo piden el voto. ¿Cómo podría pedirle su confianza a la gente un candidato que pertenece a un partido político, el PRI, que es el mismo que tanto daño le ha causado? Veremos.

POR CIERTO… ¿Qué tan mal andará Humberto Mayans en el camino de sus aspiraciones y en el ánimo colectivo que con tal de salir en algunas fotos hasta fue al festejo de Florizel Medina, donde estuvo Roberto Madrazo, de quien renegó acremente en alguna ocasión? Es pregunta.

fernandovazquezr@gmail.com

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