lunes, 23 de julio de 2012

El dilema del PRI

Por Fernando Vázquez Rosas
(Publicado en La Verdad del Sureste, el lunes 23 de julio de 2012)
Como el Hamlet de Shakespeare, ser o no ser es el dilema del PRI tabasqueño.
Ser un partido de oposición que asuma la lección de su derrota electoral. O no ser un partido reflexivo que, de inicio, admita que ya no tendrá dinero emanado del erario público.
Ser un instituto político que aproveche la circunstancia actual para sustituir con hilos democráticos su vieja vestimenta autoritaria. O no ser ya la esperanza ni de quienes votaron por su causa —que también los hubo— este 2012.
Ser un PRI que se atenga al poder que le signifique la eventual confirmación de Peña Nieto en la Presidencia de la República. O no ser el contrapeso responsable, siempre necesario, ante el poder de un partido mayoritario que ahora representa el PRD.
Ser, ahora sí, la voz actuante y viva de sus militantes. O no ser en definitiva un partido que se abra a la diversidad que hay entre los suyos y que no quieren más “dedazos” ni “líneas” oficiales.
Ser desde ahora un verdadero nuevo PRI que exija a muchos de sus filas que expliquen al pueblo cómo lograron su inusitada riqueza. O no ser nunca un PRI que aliente la transparencia y el combate a la corrupción.
Ser de avanzada y explicar a la entidad y a la Nación, pero sobre todo a las autoridades, cuál fue su participación —si la tuvo— en las tarjetas Monex y cualquier otro mecanismo de compra de votos. O no ser jamás una voz autorizada para debatir sobre fraudes electorales y las reformas deseables en la materia.
Ser un partido que convoque a su consejo político estatal para delinear el futuro ante su reciente caída electoral. O no ser más que una cúpula de ex dirigentes y ex gobernadores —como ya empezó a suceder— que se reúnen para tomar acuerdos a puerta cerrada.
Ser un PRI que de ahora en adelante debata sobre el bienestar de los tabasqueños. O no ser ni hacer nada frente al desastre —inundaciones, pobreza, inseguridad, desempleo, etcétera— que ocasionaron y heredaron los gobernantes emanados de sus filas.
Ser autocrítico para renovar cuadros y dirigencia. O no ser más que una estructura “palera” de Francisco Herrera León, a quien muchos priistas repudian y consideran el peor dirigente en la historia del PRI tabasqueño.
Ser escucha fiel de la sociedad siempre activa, cambiante y demandante. O no dejar de ser el partido que este año no pudo o no quiso notar que la población había cambiado.
En tanto es un partido pagado con recursos públicos que incide en la vida pública, el dilema del PRI es interés de todos. Por eso importa saber el diagnóstico propio ahora que los electores han decidido echarlo del poder estatal y cuál papel piensa desempeñar hacia adelante.
Importa conocer si al PRI le interesa promover la impunidad para algunos de sus militantes que han destacado por excesos y presuntos delitos, como Carlos Romero Deschamps, Pilar Córdova y Jesús Zamudio. O no ser un partido que frene el Estado de Derecho.
Ser defensor y guarida de quienes pugnan por sus intereses personales y de grupo. O no ser cómplice de componendas ni pactos inconfesables u oscuros.
Ser un partido que habiendo tenido su génesis en el poder político ahora busque cobijo en los poderes fácticos. O no ser un lastre para los ciudadanos que cada vez más exigen democracia real.
Ser un PRI que pretenda volver al poder a costa de todo. O no ser un partido regresivo que intente parar cualquier cambio con tal de hacer quedar mal a las nuevas autoridades.
Ser un PRI que busque justificar el desaseo de gobernantes como Andrés Granier. O no ser agradecido ni en el recuerdo con quienes han sido algunos de sus militantes dignos de memoria como Carlos A. Madrazo.
Ser un PRI que perfile los liderazgos genuinos y de avanzada que demanda la actual etapa democrática estatal. O no ser capaz de desarticular la operación de ambiciones perpetuas como las de Humberto Mayans, quien ya no se sabe si sigue siendo priista o ahora de plano milita en el PVEM.
Ser un partido al que lo encabece una dirigencia madura. O no ser un ente político que supere la derrota de Jesús Ali y otros tantos candidatos que este año se quedaron en el camino.
Ser un PRI con una bancada minoritaria en el Congreso del Estado que asuma que ahora debe convencer mediante el diálogo y la razón en vez de la imposición numérica, como antaño. O no ser un partido que busque acuerdos sino sólo ver cómo negocia algunos privilegios.
Ser un partido político que forme nuevas generaciones de priistas interesados en el porvenir estatal. O no ser más que un instituto comandado por un grupo de dirigentes que intenten hacerse de las mejores delegaciones federales para mantenerse dentro del presupuesto.
Ser un PRI del siglo XXI, obligado a rendir cuentas de su actuación. O ser un PRI del siglo XX que intente a toda costa seguir en la opacidad.
En fin. Ser o no ser. He ahí el dilema. Su dilema.


fernandovazquezr@gmail.com
@fer_vazquez

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1 comentario:

Juan Gómez R dijo...

La falacia del dilema.

La argumentación me trae, el recuerdo de Denise Dresser y de Sergio Aguayo.
También el recuerdo de Germán Dehesa y su cólera cuando le dije que su argumentación era la misma de siempre, la del intelectualoide del sistema. La del intelectual cooptado. La de la pluma de disidente, en la que el poder en turno es malo, pero la oposición es mucho peor.

Lo cierto que las cuestiones planteadas son parientes cercanas de la falacia. Como esperar que un organismos que vive y ha vivido de la forma más abyecta posible en términos del ejercicio político sea capaz de transformarse.

Si los dirigentes o los que se vislumbran como sucesores, son de la misma camada, que se ha organizado bajo el objetivo del saqueo de la nación.

Es pues más bien menester atender otras cosas.
Entre otras, la incipiente conciencia social, la formación de ciudadanía, por allí es donde hay que canalizar el esfuerzo.