sábado, 14 de julio de 2012

El gabinete y el 2018

Por Fernando Vázquez Rosas

(Publicado en La Verdad del Sureste, el lunes 9 de julio de 2012)

Antes de que llegue el primero de enero de 2013, cuando el nuevo Ejecutivo estatal tome protesta, habrán de transcurrir poco menos de seis meses en los que la efervescencia política no cesará. Entre más se acerque la fecha para el cambio de poderes subirá el tono de las declaraciones e incluso de las maniobras entre los distintos grupos que rodean al gobernador electo.

Durante varias décadas sólo hubo una distancia de tres meses entre el día de la elección y el momento de la toma de protesta. Sin embargo, en esta ocasión la homologación de los comicios abrió el compás de espera.

Desde una perspectiva, estos seis meses dan una espléndida oportunidad a Arturo Núñez Jiménez para preparar de mejor manera su arribo al poder. La entrega-recepción puede ser más detallada y a fondo, además que desde ahora mismo puede tener injerencia en el presupuesto 2013 que le facilite la gestión pública desde el primer año de mandato.

También tiene tiempo de revisar y decidir, con mucha cabeza fría, la conformación de su gabinete e incluso cuenta con oportunidad de analizar políticas públicas exitosas de otros gobiernos que pueda aplicar en Tabasco. Y vaya, por qué no decirlo, tiene tiempo hasta para tomar unos o varios días de descanso antes de comenzar el trabajo público para el que fue electo.

La agenda de esta temporada, no obstante, es apretada, cuantiosa, complicada y —reitero la palabra— efervescente. Por ejemplo, si las sospechas públicas de corrupción y dispendio son reales, el gobierno de Andrés Granier buscará maquillar cifras y ocultar información que quizá dificulte la entrega-recepción. El equipo entrante tendrá que estar muy alerta de no firmar nada que no esté debidamente sustentado para no convertirse de facto en cómplice de la administración anterior.

Además, el equipo de transición tendrá desde ahora que elaborar proyectos que puedan ser previstos en el Presupuesto de Egresos, pues de lo contrario el nuevo gobierno llegaría sin recursos ni obras que emprender en 2013.

No será pues una temporada de inactividad. No puede serlo. El “cambio verdadero” o el “amor a Tabasco” tendrán que comenzar a configurar sus líneas de acciones y traducirse en hechos concretos desde estos seis meses antes del cambio formal de poderes.

El asunto que quizá provoque mayores convulsiones es la definición del gabinete. De hecho, ya ha propiciado algunos intercambios verbales que, aunque tímidos, pintan la disputa que viene. Un ejemplo es que ante el rumor de que la ex candidata del PRI al Senado, Candita Gil Jiménez, podría ser la nueva secretaria de Educación, el presidente estatal del PRD, Roberto Romero, emitió un pronunciamiento en contra de esa posibilidad. Días después, mientras las especulaciones crecían sobre ese y otros posibles nombramientos, Arturo Núñez puso un alto al manifestar que quien nombrará el gabinete será únicamente él.

Núñez también dejó ver algunos de los criterios que prevalecerán para integrar su equipo de trabajo: el 50 por ciento de los cargos serán para mujeres; la filiación partidista no será requisito indispensable, es decir, que podría haber incluso priistas; deberá ser gente honesta y capaz, etcétera.

La conformación del gabinete siempre ha sido, y esta no será la excepción, un factor de pugna entre quienes creen que merecen un espacio por una u otra razón: los líderes históricos, los aliados de la temporada, los operadores, los amigos y una larga lista de grupos que tratarán de colocarse.

El asunto no es menor. En una ocasión Andrés Manuel López Obrador contó que siempre había pensado que para hacer un buen gobierno era importante el proyecto y también el equipo, así, en igualdad de importancia, 50 y 50 por ciento.

Pero el mismo López Obrador reflexionó que después de los videoescándalos que involucraron a gente del primer círculo de su gabinete como René Bejarano y Gustavo Ponce —su ex Secretario Particular y su ex Secretario de Finanzas, respectivamente— había cambiado de opinión y le daba un 20 por ciento de relevancia al proyecto y un 80 por ciento de importancia al equipo.

Proyectos hay muchos, pero la implementación depende básicamente del empuje y la calidad del equipo que esté al frente. Por eso la integración del gabinete del gobierno de la alternancia será un eje del éxito o fracaso que pueda tener la administración 2013-2018.

Hay, sin embargo, un ingrediente adicional. En tanto entes políticos, los grupos que pugnen por posiciones en el gabinete estatal lo harán pensando en las elecciones intermedias del 2015 y sobre todo en la sucesión del 2018. Es lo natural, impensable que no sea así.

Ahí está el ejemplo de Andrés Granier, que designó a Humberto Mayans como su Secretario de Gobierno pensando en la sucesión de este 2012 y, aunque dijo que no lo haría, intentó integrar una corriente granierista que llegó a ser conocida como los “químicamente puros”. Desde luego, su falta de oficio político y su vacilante actuación impidió que consiguiera sus objetivos.

Pero Arturo Núñez no es Andrés Granier. No es difícil imaginar que desde el primer momento el ahora gobernador electo impondrá su estilo y ejercerá el mando. Primero, porque de la integración de su gabinete dependerán los resultados que entregue a los tabasqueños. Y segundo, porque a diferencia del “químico”, Núñez tiene claro que la peor sucesión es la que no tiene rumbo ni conducción. Y no creo que permita que otro u otros le disputen el timón.

fernandovazquezr@gmail.com
@fer_vazquez

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